Daniela Schutte

La digitalización es un poder 

 

Es Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánicas por la Universidad Católica de Chile y Máster en edición por la Universidad de Salamanca. Desde el año 2014, se desempeña como docente de “Gestión de contenidos y selección editorial” del diplomado Gestión y Construcción de archivos digitales de la Universidad Finis Terrae. En el año 2008, asumió como Coordinadora de Memoria Chilena y Chile para niños de la Biblioteca Nacional de Chile, al que se suma, desde el año 2013, Biblioteca Nacional Digital.

 

A partir de tu experiencia de trabajo desde Memoria Chilena, queríamos conocer cómo entiendes la memoria, tanto individual como colectiva, y saber si acaso estas nociones, a partir de la reflexión desde tu propio trabajo, han cambiado con el tiempo.

Para contestar esa pregunta, pienso que resulta esencial recordar el rol y la historia de la Biblioteca Nacional. La Biblioteca Nacional fue la primera institución cultural del país, se fundó en 1813. Hay una frase que yo utilizo siempre y que forma parte de la proclama fundacional de la Biblioteca Nacional, que dice que el primer paso que dan los pueblos para ser libres es darse grandes bibliotecas. Me parece que es algo muy significativo, desde todo punto de vista, que por una parte se considere la fundación de una biblioteca como uno de los pilares del ejercicio de las libertades de los ciudadanos y que, además, se haya dado en una instancia tan temprana, esto en contraposición a otros países en los que la fundación de las bibliotecas nacionales fue bastante posterior. Un segundo punto importante de este hito es que, desde su fundación, hubo un llamado a los ciudadanos para que colaboraran a en la formación de las colecciones con sus propios libros. Se le conoció como “suscripción patriótica de libros”.

Muchos ciudadanos donaron sus libros. Desde grandes intelectuales -como José Toribio Medina, Andrés Bello, Benjamín Vicuña Mackenna, que donaron sus grandes colecciones- hasta ciudadanos menos conocidos que colaboraron ya sea con ejemplares o dinero. Pocos años después de la fundación de la Biblioteca Nacional se instauró el germen de lo que ahora es el Depósito Legal, que exige que de cualquier documento que se imprime en el país se guarde una copia en la Biblioteca.

Ambos aspectos, a mi parecer, modelan el rol que tiene y debería tener a futuro la Biblioteca Nacional.  Y en este punto es posible hacer el vínculo con la memoria. Esta institución, en cuanto centro bibliográfico más grande del país, guarda una parte fundamental de la memoria y del conocimiento que se han generado en Chile. Desde mi punto de vista, esto determina una de las misiones de la biblioteca (junto con la conservación y preservación) y que se refiere a que toda esa memoria esté accesible para todos los ciudadanos, pero accesible no sólo en términos de que la gente pueda llegar a los documentos, sino que también sea accesible para que todas las personas, que no tienen las herramientas para comprender a cabalidad el contenido o valor de un determinado documento, puedan acceder a él teniendo alguna instancia de información o mediación. A esto también, naturalmente, se suman restricciones geográficas o temporales.

A partir de lo anterior, pienso, cada una(o) de las/los habitantes del país, a partir de sus experiencias, de su visión de mundo, de su contexto, pueden construir su memoria individual de Chile. Creo que la misión de la Biblioteca o quizás más en específico, de Memoria Chilena, es como dice Susan Sontag, fijar ciertos elementos de que esto es importante, de que esto es valioso, que no se nos puede olvidar, para que, a partir de dicho reconocimiento, cada uno pueda procesar y armar su memoria y, finalmente, la memoria del país será el diálogo de todas estas distintas memorias y formas de interpretación de ciertos documentos. Naturalmente esto entendido en un contexto de crecimiento permanente de los contenidos, pero de recursos restringidos.

 

Respecto a la selección de elementos importantes para la construcción de la memoria, ¿cuáles son los criterios que ustedes utilizan en Memoria Chilena para la selección de autores y documentos que van integrando esta especie de memoria institucional?

Trabajamos bajo un programa de trabajo anual. Existe un Comité Editorial de Memoria Chilena, que está formado por el director de la DIBAM, el director de la Biblioteca Nacional, los jefes de las distintas unidades de la biblioteca, y el equipo editorial, compuesto por los editores de cada uno de los sitios, más el encargado de comunicaciones y la coordinación. Investigamos cierta cantidad de temas en el año y publicamos otra cantidad. Por ejemplo, lo que estamos investigando durante este año se publicará el siguiente, y así sucesivamente.

Los criterios básicos de digitalización son, en primer lugar, el valor de los documentos: el valor histórico, social, político, cultural, entre otros aspectos. Como equipo hemos discutido bastante cómo establecer el valor de un documento y hemos concluido que un buen indicio es la producción textual posterior, por ejemplo, la recepción crítica o influencia que pueda haber tenido un documento.  En el fondo, consiste en ver hasta dónde se expande la órbita de un documento.

Otro criterio es que el documento en cuestión forme parte del dominio público según la ley de Propiedad Intelectual, y esto tiene dos razones. La primera es que una de las misiones de Memoria Chilena es propiciar la generación nuevo conocimiento a partir de las colecciones de las Biblioteca Nacional. Es decir, procurar dar a los ciudadanos todos los elementos para asegurar la continuidad en la cadena de conocimiento, cultura y experiencias. El punto es que, obviamente, al tener un cierto stock de fuentes disponibles, las posibilidades de nuevo conocimiento se van mermando, entonces nosotros tratamos de diversificar y ampliar la cantidad de fuentes disponibles para que esto pueda seguir avanzando. Y creemos que el mayor capital de conocimiento que tiene la Biblioteca se encuentra precisamente en las colecciones fundacionales, en aquellas que han sido poco estudiadas ya que por razones de conservación o de fragilidad de los materiales suele haber investigadores que no han podido acceder a ellas.

Otro aspecto es el estado de conservación de los documentos, entendiendo que, sobre todo en una biblioteca, la digitalización es una herramienta -quizá la más efectiva- de preservación de los materiales. Asimismo, resulta fundamental la demanda de los usuarios que opera en tres niveles. Por una parte, están los reportes de los jefes de las secciones de la Biblioteca Nacional quienes nos informan de ciertos documentos que están en mal estado y que deberían ser digitalizados, o de ciertos materiales que se están pidiendo con más frecuencia.

Otro aspecto muy importante es el origen de las iniciativas de digitalización. La digitalización es un poder y finalmente quién decide qué se digitaliza es quien tiene ese cierto poder. Para nosotros es muy importante que, dado que somos una institución del Estado, el ejercicio de ese poder no sea desde sólo un lugar, sino que pueda ser lo más heterogéneo posible. En este sentido, tenemos dos líneas de trabajo. La primera son los contactos y sugerencias de los usuarios, que se reciben a través de correo electrónico, de Facebook y de Twitter, que afortunadamente son redes con muchísimos seguidores. Los usuarios proponen nuevos documentos y eso se evalúa de acuerdo con los criterios antes mencionados, y si se digitalizan, una vez que el o los documentos están disponibles y publicados, se le avisa a la persona que los sugirió. Procuramos responder todas y cada una de las sugerencias de los usuarios.

También, desde hace algunos años, estamos trabajando en proyectos colaborativos, con grupos de investigadores de proyectos Fondart, Fondecyt, otras instituciones y organismos. Trabajamos con distintos grupos de profesionales para así ir, de a poco, propiciando que la selección y el enfoque de las investigaciones o áreas a trabajar sea hecha desde distintos lugares y no solamente desde la Biblioteca. Sobre la base de estos criterios, se prepara un temario que luego es presentado al Comité Editorial para su aprobación.

Un punto muy importante es que, a diferencia de lo que se suele creer, lo que detona la existencia de un mini sitio es precisamente la existencia de documentos que formen parte de las colecciones y que cumplen con todos los requisitos para poder ser digitalizados, contextualizados y presentados a través de cápsulas, cuya suma genera un mini sitio.

 

Dentro de la experiencia que ustedes han tenido ¿crees que también han cambiado los conceptos de memoria análoga o de memoria digital? Ya sea desde la Biblioteca o desde los usuarios, porque en el fondo ellos también empiezan a hacer parte de su memoria todo lo que ven en Memoria Chilena.

Sobre esto me gustaría hacer dos comentarios. El primero es, a mí parecer, un muy buen ejemplo de lo que estás diciendo. El año pasado, en la Biblioteca Nacional Digital, digitalizamos y publicamos la colección completa de Incunables de la Biblioteca Nacional. Mirado desde afuera, podría resultar curioso entender por qué estábamos digitalizando 29 libros, la mayoría en latín, guardados bajo estrictas medidas de seguridad y de conservación y escasamente consultados. ¿Por qué digitalizar estos documentos si hay muchísimos otros que están en las colecciones que la Biblioteca y que quizás son mucho más visibles o demandados?

La respuesta, en realidad, es bastante simple: en cualquier Biblioteca Nacional o en cualquier biblioteca del mundo, los incunables son, generalmente, los libros más valiosos de las colecciones, porque son libros únicos, importantes para la historia del libro y la lectura y que precisamente por eso son libros que se resguardan con especial cuidado. Entendido así, pienso que la digitalización de materiales de ese tipo, es un gesto político y social tremendamente potente. Se trata de que cualquier persona, desde cualquier parte de Chile o del mundo y a cualquier hora, pueda ver y descargar lo que podría ser uno de los máximos tesoros que guarda la Biblioteca. Desde su fundación, mucha gente llevó hasta la biblioteca sus colecciones –hasta hoy se sigue haciendo a través de las donaciones-, a lo mejor hubo alguien que hasta donó el único librito que tenía en su casa y todo porque compartían, y comparten, la idea de que el primer paso son las bibliotecas. Entonces estos gestos son, para mí, son importante porque son una forma mínima de retribución.

Otro punto importante es cómo el proceso de digitalización ha sido también un aprendizaje. Cuando Memoria Chilena comenzó y asumimos todos los proyectos digitales de la Biblioteca, existía la absoluta convicción de que una copia digital era el equivalente del original análogo. Sin embargo, con los años, nos dimos cuenta de que no era así: la copia digital se vuelve un objeto en sí mismo que tiene una serie de otros atributos que el objeto análogo no tiene: catalogación, metadatos, capacidad de establecer relaciones en el escenario digital; capacidad de migrar y cambiar de usos, entre otros. Y precisamente el tema de las relaciones es realmente profundo y con grandes alcances. Pensemos un documento X, encontrado por azar en internet, que no tiene catalogación, fuente, autor, no sabemos en qué contexto fue producido ni menos si tiene algún valor o no en términos, por ejemplo, históricos. Dar con esos datos dependerá exclusivamente de nuestro bagaje cultural, de nuestras habilidades en términos de metodología –e instinto- de investigación y del interés que tengamos. Pero en el caso de Memoria Chilena se proponen ciertas relaciones del objeto digital con su catalogación, con su descripción, con los mini sitios en los que toma parte, es decir se ofrece un set más amplio de relaciones base. Lo interesante sería entonces cómo siguiente paso, podría ser estudiar o detectar todas las relaciones que no forman parte de esta base, por ejemplo.

 

Esto que mencionas es una especie de memoria extendida ¿no? Una memoria ampliada que recurre a cierta multidimensionalidad distinta, inimaginable en los inicios de Internet, en los que se veía solo texto e imagen. Ahora es posible que coexistan textos, imagen, audio, video y es un fenómeno que puede ir creciendo cada vez más. ¿Cómo ven ustedes este proceso y cómo lo proyectan a futuro? ¿Es posible proyectar el uso de nuevas tecnologías, 3D por ejemplo? ¿Cómo se puede vincular esto con el uso de las tecnologías en la construcción de la memoria?

Creo que más que tener que ver con los inicios o finales de internet, tiene que ver con las formas y los formatos en las que los conocimientos son generados. En los inicios de la Biblioteca Nacional, la forma eran los libros, los diarios, las revistas, las cartas. Después vinieron las fotos, los discos, las películas, los videos. Ahora tenemos fotos digitales, libros y medios electrónicos, archivos de audio o video y hasta desarrollo de códigos y aplicaciones. ¿Cómo lo vemos? Con entusiasmo como consumidores y con preocupación desde un punto de vista más institucional porque no siempre los mecanismos legales, administrativos y sobre todo los presupuestos, son coherentes con la necesidad de resguardad toda la información generada en nuevos formatos que también debería ser parte del acervo de la Biblioteca Nacional o de cualquier institución del Estado que se designe para estos fines.

¿Cómo lo proyectamos a futuro? Tomando ahora los resguardos para la preservación digital de las colecciones, entendiendo por esta tanto la integridad tanto de los archivos ante eventuales migraciones u obsolescencia de formatos, como también su contenido; además de las políticas de respaldo.  También somos la única Biblioteca Latinoamericana que tiene un archivo de Internet y estamos trabajando en mejorar y hacer más eficiente nuestro sistema de depósito legal electrónico.

Respecto de la integración de nuevas tecnologías… Claro, todo es posible. Siempre que exista el presupuesto para hacerlo. Creo que una de las grandes ventajas -si sabemos tomar lo resguardos necesarios- es que cada vez es más el conocimiento que se genera en formato digital. Si el Estado asume la necesidad del archivado de la web como una preocupación nacional y no de grupos individuales, tendremos un gran terreno avanzado para que a futuro estén disponibles las distintas fuentes de información para que, así como ocurre hoy con la prensa del siglo XIX, por ejemplo, el conocimiento y la memoria en el país sigan construyéndose.

 

Nos contaste un poco sobre la recepción de este proyecto desde los usuarios. A partir de esta gran recepción que ha tenido Memoria Chilena ¿han identificado quiénes son sus usuarios? ¿Cuáles son sus públicos?

El año 2013 hicimos un estudio de satisfacción de usuarios, cuyos resultados están en nuestro sitio. De hecho, en los meses siguientes deberíamos hacer un segundo estudio. La verdad es que es un público muy heterogéneo. En general, se concentra más en la población adulto-joven, pero también hay una alta presencia de escolares. En el estudio está más detallado, ya sea por género, rangos etarios y otros criterios. Lo que me parece importante es que, de la población que tenía conexión a Internet el año 2015, haciendo el paralelo con el promedio mensual de usuarios, es como si el 30% de la gente que tiene acceso a Internet ingresara a Memoria Chilena regularmente. A partir de estas cifras hicimos los cruces.

En general, el sitio está bastante bien aprobado, la nota promedio fue entre un 6,8 y un 6,5. No obstante hay muchas sugerencias que nos hicieron los usuarios y en las que debemos ir trabajando. Por ejemplo, sobre la operación del sitio y la necesidad de mejorar el buscador, pero también hay un tema muy importante y complejo, vinculado a satisfacer las expectativas de los usuarios. Esto ya que, pese a que el sitio se llama Memoria Chilena, quizá no hemos podido transmitir bien el mensaje que precisamente es sobre Chile, entonces hay expectativas de encontrar documentos de otros países, por ejemplo. También nos falta transmitir mejor cuáles son los criterios editoriales y que, por ejemplo, un libro que se publicó ayer no va a estar en Memoria Chilena porque no forma parte de la línea editorial y porque estamos determinados por la Ley de Propiedad Intelectual.

También hay un tema más técnico vinculado a los formatos. Nosotros trabajamos con PDF porque nos interesa que la gente que no puede venir a la biblioteca ni venir a ver los libros físicamente tenga una imagen lo más cercana a la real del libro, pero también entendemos que para otros usuarios es necesario que estén en EPUB, MOBI, FB2, HTML u otros y que haya distintas resoluciones de descarga. También, sería ideal si se pudiera hacer audiolibros, por ejemplo.

Por lo tanto, hay una serie de aspectos a considerar. En términos de números tenemos un promedio mensual de usuarios de alrededor de quinientos cuarenta mil usuarios, con 70.000 descargas promedio mensual. Respecto de la distribución a lo largo de Chile, si bien obviamente las mayorías están dadas por los centros urbanos más grandes, Santiago, Valparaíso, Concepción, hay una distribución bastante homogénea a lo largo de Chile. Lo mismo ocurre con las visitas desde el extranjero donde México, Argentina, Colombia, Estados Unidos y Perú son los visitantes más frecuentes.

 

Y a partir de tu experiencia en Memoria Chilena, ¿cómo crees que se piensa el archivo o los archivos desde el Estado? ¿Qué importancia crees que se da, desde el Estado, a la construcción de la historia de un país?

Personalmente, pienso que, lamentablemente, la preocupación ha estado más centrada en construir la historia de los gobiernos que del País. Desconozco y no creo que sería apropiado opinar de realidades institucionales que no conozco, pero me gustaría pensar que al menos el trabajo que realizamos en la Biblioteca Nacional, en tanto acopio, preservación, digitalización y difusión de colecciones, colaboramos para la construcción de la historia del país en un sentido más amplio.

 

En ese sentido ¿tú crees que la digitalización ha ayudado a dar mayor visibilidad a esos archivos y la importancia que realmente tienen? Pensando en la cantidad de usuarios que a ustedes los ven y en la gente que los sigue por redes sociales…

En términos usuarios, investigadores y/o estudiantes que hacen uso de los materiales que digitalizamos y ponemos en línea, pienso que sí. Para los usuarios que nos siguen en redes sociales y se quedan en la impresión (y/o eventual discusión) del post pero no hacen el clic siguiente para ver el material en el sitio, no necesariamente. En términos institucionales, creo que sí en términos de prestigio y posicionamiento, pero lamentablemente, no de otras formas.

 

¿Crees que Internet es un archivo?

Yo no soy archivista ni tampoco bibliotecaria, así que técnicamente es muy posible que conteste algo que está lejos de la definición aceptada. Además, mi idea sobre esto ha ido cambiando. Antes pensaba que sí, si entiendes Internet casi como el Aleph y piensas metafóricamente que es algo así como el “lugar” donde se guarda información, en este caso generado por personas en todas partes del mundo, pero, la verdad, no lo es, sino que es más bien un mero soporte.

Desde el 2014, como comentaba antes, la Biblioteca Nacional es la única biblioteca latinoamericana que tiene un archivo de la web, ya que si bien hay que preservar los documentos que se imprimen en Chile, también hay que guardar lo que se genera en Internet. Ya hemos perdido una cantidad importantísima de información, que ya no está en ningún lugar. Al respecto, por ejemplo, la preservación digital apunta a que se debe resguardar la información y el formato de los archivos, pero esto se topa con las licencias de software que permite la visualización de ciertos documentos y con estándares internacionales para guardar las copias de preservación digital. Un buen ejemplo de esta situación, y que utilizamos el 2014 al presentar el archivo de la web, fue la movilización estudiantil del 2006, ya que nos parecía que daba cuenta del problema del que estamos hablando. Si un investigador quiere estudiar los orígenes de la actual situación del movimiento estudiantil y de la reforma educacional, podría encontrar una buena fuente en la documentación que se generó el año 2006. Lamentablemente, quizás las más interesantes fuentes primarias disponibles estaban en comunicados, fotografías u otros que fueron publicados en sitios como Fotolog o MySpace, que ya no están disponibles.

Por eso, en este momento, estamos trabajando en dos líneas. La primera de ellas es el Depósito Legal Electrónico, medios electrónicos que tienen la obligación legal de depositar, como lo hacen los diarios de circulación nacional en formato impreso. Una segunda línea es la de materiales o contenidos respecto de los que no hay obligación legal de depósito en la Biblioteca, pero que forman parte de la memoria del país. Por ejemplo, de las elecciones del 2013, tenemos guardados los sitios de los nueve candidatos más la campaña Marca tu Voto y lo mismo estamos realizando con las campañas de las elecciones de diciembre de 2017. También pretendemos guardar todos los sitios del gobierno. Además, tenemos un proyecto de sitios o colecciones temáticas que apoyen a las distintas secciones de la Biblioteca Nacional. El ejemplo más concreto proviene de la sección de Referencias Críticas, ya que sabemos que, por ejemplo, la crítica literaria ya no sólo se aborda en diarios o revistas, sino también en otros soportes como blogs o revistas electrónicas.  En síntesis, tenemos una lista tentativa de ciertos sitios web en los que se publica crítica literaria y vamos a empezar a hacer colecciones de esos sitios, para luego realizar lo mismo con los distintos archivos especiales de la Biblioteca, como el Archivo Fotográfico, de Música, etc. porque, en el fondo, no se trata sólo de que la Biblioteca tenga que ampliar sus servicios a las demandas de los usuarios de acuerdo con el momento en el que se está viviendo, sino que también tenemos que nosotros ir adecuándonos a los nuevos modos de producción del conocimiento, e intentar preservarlo.

 

¿Y existe algo así respecto de otros medios? Con la radio y la televisión, por ejemplo.

Sí, existe tanto para canales de televisión como para radioemisoras. El punto es que el Depósito Legal es complejo y para su efectiva y eficiente gestión y fiscalización, no siempre existen los recursos necesarios, sobre todo al tratarse de formatos más complejos.

 

Si la irrupción de las tecnologías digitales ha afectado el funcionamiento de las instituciones y la concepción del archivo en la Biblioteca Nacional, ¿cómo el Estado se ha hecho cargo de este cambio? ¿Qué implicancias crees que tiene para el resguardo de la historia cultural del país el modo en que el Estado se ha hecho cargo del tema del archivo y la preservación?

Creo que lo más complejo es que no existe un marco actualizado de funcionamiento para instituciones vinculadas con el resguardo del patrimonio que considere todas las variantes en las formas de producción de conocimiento. Y por marco, no sólo me refiero a legislación y políticas, sino -y sobre todo- a misiones institucionales y a recursos humanos, tecnológicos y de infraestructura que propicien un adecuado tratamiento, organización y disponibilización de estos materiales en beneficio de los usuarios y la ciudadanía en general. También es complejo que si bien desde los archivos, las bibliotecas y los museos se está impulsando y tratando de generar políticas y leyes que intentan hacerse cargo de estos temas, lamentablemente la repercusión a nivel político es relativa. Se sabe que existe el imperativo mayor de que hay que guardar los documentos (en su sentido amplio) porque son parte de la historia del país, el problema es actualizar el cómo y, sobre todo, con qué y con quiénes se hace, para poder hacerlo bien.

Y pienso que cualquier iniciativa que se pueda hacer, bienvenida sea. De hecho, por eso para nosotros es tan importante “Chile para Niños”, porque implica inculcar a los niños la importancia de los documentos en la construcción de la historia. A partir de gestos como estos, es más probable que el día de mañana existan más adultos conscientes de la importancia de los archivos, de las bibliotecas y de los museos y en general de todo el patrimonio documental.

 

En la actualidad nos enfrentamos a un contexto en que todo está en constante cambio y transformación, e incluso la noción de archivo, como conversamos, se ve expuesta a este proceso. ¿Cómo se aborda esta situación desde la Biblioteca Nacional, pero hacia el futuro? ¿Cómo se considera en cuanto a la construcción de una especie de archivo cultural? Quizá incluso desde la experiencia de Memoria Chilena, que tiene un vínculo constante con las tecnologías digitales.

En relación a la Biblioteca Nacional, creo que la misión de la institución es lo que más claramente define cómo se aborda el asunto. En relación a los nuevos formatos, son varios los frentes que hay que abordar y de a poco, vamos intentando perfeccionar los procesos.

Lamentablemente, una de las mayores complejidades en términos tecnológicos, es precisamente el permanente cambio y el hecho de que, en algunos proyectos como, por ejemplo, el archivado de la web, trabajas con herramientas que se van desarrollando y perfeccionando a la par de la ejecución de estos, entonces, inevitablemente, tienes que ir trabajando muy sobre la marcha. Afortunadamente, como equipo, compartimos varias de las preocupaciones que la situación actual presenta y en atención de eso, nos damos el tiempo para conversar y proyectar líneas de trabajo, muy en sintonía con lo que van demandando los usuarios y, si bien de momento no es mucho lo que podemos hacer, intentamos tomar medidas, ajustar procesos y/o acomodar ciertas planificaciones para tratar de acoger nuevos proyectos o nuevas formas que nos permitan construir un archivo digital más coherente con las necesidades o con lo que se está produciendo en cada momento.

 

¿Cómo te imaginas Memoria Chilena en quince años más?

De partida, creo que lo lógico sería unificar los tres sitios de mejor manera para que los procesos fueran más inmediatos. Lo imagino con muchos más documentos digitalizados. Creo que también deberíamos buscar formas en las que las sugerencias de los usuarios pudieran ser mucho más directas y pudiéramos acoger muchas más, ya que si bien las acogemos –o eso intentamos- casi todas, suele haber solicitudes que, por temas de presupuesto o de disponibilidad de recursos de todo tipo, no podemos acoger.

Creo que es fundamental reforzar el vínculo con distintas instituciones, es decir, que se vuelva un trabajo mucho más participativo y colaborativo. Debiéramos buscar la forma de trabajar más en sintonía con distintas instituciones y también trabajar mucho más con proyectos con otras Bibliotecas Nacionales. Y también espero que tengamos muchos más recursos para mejorar tanto aspectos de infraestructura como de recursos humanos.

 

¿Se piensa también en otro tipo de experiencias, por ejemplo, más inmersivas? Pensando en la posibilidad de utilizar las potencialidades del lenguaje audiovisual y de acceder a otras dimensionalidades más cercanas a lo multimedia y en cómo estas tecnologías podrían permitir acceder a otro tipo de fuentes.

Sí, sin duda, en especial en “Chile para Niños” eso debería ser un tema prioritario, así como el dar más lugar a la historia de la vida privada a partir de la existencia de documentos que sean fuentes primarias.

 

Por último, es posible reflexionar sobre el modo en que lo digital se cruza con temas de propiedad intelectual. ¿Cómo trabajan o han trabajado ustedes ese tema? Porque ustedes están digitalizando documentos hasta un cierto período, por el tema de los derechos de propiedad intelectual…

La selección editorial se centra prioritariamente en documentos que forman parte del dominio público. Sin embargo, en el caso de las obras protegidas, necesitamos contar con la autorización de los titulares de derechos. En estos casos se hace la gestión con los herederos, con los titulares de derecho de autor, con las editoriales, con todas las personas que sea necesario, pero es algo complejo, porque la ley de propiedad intelectual en Chile está, en mi opinión, bastante obsoleta y presenta vacíos que hacen nuestro trabajo bastante complejo. Por ejemplo, no existe claridad sobre las obras huérfanas, en el caso de la producción del Estado y así muchos otros temas. Si bien se entiende que es un problema mundial y que tiene implicancias económicas y sobre todo comerciales muy profundas, mirando el problema desde el acceso a la cultura, no resulta razonable esperar 70 años para que determinada obra pase al dominio público, no al menos, si lo que se pretende es “garantizar el acceso a la cultura”. Tampoco, existe una posición clara respecto del uso de licencia Creative Commons de parte del Estado, y así muchas otras situaciones que quedan en terreno de nadie. A esto se suma el profundo desconocimiento que existe por parte de la mayoría de la población de estos temas, y en específico de usuarios que uno supondría debieran estar al tanto, al menos, de la existencia de la Ley de Propiedad Intelectual.