Emma de Ramón

 

La disputa por el archivo es una disputa de poder

 

Es Licenciada en Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile, y Licenciada en Estética y Doctora en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es actualmente la Directora del Archivo Nacional de Chile, al que se incorporó como funcionaria de planta en el año 2005. Ocupando el cargo de Coordinadora del Archivo Nacional Histórico, impulsó la creación del Archivo de Mujeres y Géneros, el año 2011.

 

En su rol de directora del Archivo Nacional ¿qué importancia cree que desde el Estado se le atribuye al archivo o a los archivos, considerando su posible rol en la construcción de la historia de un país?

El primer gran problema del archivo o archivos es precisamente si usar la palabra en singular o plural, porque en el castellano usamos una sola palabra para aludir a tres fenómenos. El archivo, que es el grupo de documentos que tú guardas, el archivo como institución y el archivo en cuanto lugar de reunión de documentos. De esta tridimensionalidad de esta palabra surgen varios equívocos.

En cuanto a si es o no una preocupación estatal, el Estado de Chile no ha sabido asumir nunca, desde que existe una noción de Estado, la situación del archivo. Hay una inmensa ignorancia respecto a lo que son los archivos, hay además displicencia y postergación del tema de parte del Estado de Chile en general. No este último tiempo, sino que desde que existe producción de documentos que esto nunca se ha enfocado de una manera seria, profesional, y creo que hemos perdido una gran oportunidad de memoria para poder, en el fondo, tener las bases de lo que es nuestra memoria y nuestra identidad, pero también hemos perdido oportunidades de consolidar y mejorar nuestra ciudadanía y democracia.

No tenemos una ley actualizada. La ley que tenemos es de 1929. Son cuatro artículos que se refieren al archivo dentro de lo que es la legislación que regula a la DIBAM y a partir de esos cuatro artículos, que son en algunos casos muy complejos de asumir hoy en día, y por supuesto que quedan cortos frente a las exigencias de los archivos hoy; tenemos que tratar de construir un modo de hacer las cosas. Vamos todo el tiempo contra corriente, porque realmente no hay una claridad respecto a lo que somos nosotros y cuál es nuestra importancia. Al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, con bibliotecas y museos, que tienen mucho más apoyo. Apoyo político en realidad, ni siquiera es de dinero o recursos.

En general, cuesta que la gente diferencie un archivo de una biblioteca, por ejemplo, y cuesta además que puedan dimensionar la importancia que tiene para la historia, la memoria, la identidad, la existencia de archivos en todos los planos.  Además, falta documentación de Chile en general, porque se pierde, se bota, se destruye, o está por ahí, en algún lugar donde nadie la usa y nadie la conoce.

 

En ese contexto, en el Archivo Nacional, ¿cómo se decide qué se archiva? ¿Cuáles son las políticas que rigen esa decisión?

La ley que existe es de 1929, que es el DFL 5.200, y a los artículos 13 al 18 -el trece ya va a quedar obsoleto, porque definía al Archivo Nacional pero ahora se promulgará una nueva legislación- hay que agregar otro presente en la nueva ley del Ministerio de las Culturas, que es acerca del Sistema Nacional de Archivo.  En el artículo 14 del decreto 5.200 se especifica quién tiene que enviar su documentación, transferirla y cada cuánto tiempo, o sea, con qué tiempo de antigüedad, al Archivo Nacional.

En ese artículo define que los que transfieren son todos los Ministerios y Servicios Públicos, los tribunales de justicia y las instituciones colaboradoras o de apoyo auxiliar de la justicia, tales como los notarios y los Conservadores, señalándose además con qué antigüedad debe transferir sus documentos cada institución. A eso se agregan las Intendencias, Gobernaciones y Municipalidades en lo que respecta a sus actos administrativos. Es una cantidad inmensa de documentación. Lo que se hizo fue optar por archivar sólo lo que se refiere a actos administrativos del Estado, sentencias judiciales, los expedientes judiciales y los documentos de Intendencias, de las Gobernaciones y las actas municipales.

Aun así, de las aproximadamente 1.700 reparticiones que deberían entregarnos a nosotros documentación, hay apenas un 7% de instituciones que nos la entregan. Es decir, nosotros no alcanzamos ni siquiera el 10% de lo que se debería entregar y eso es simplemente por indiferencia de las autoridades. Y como nosotros no tenemos ninguna facultad fiscalizadora, o sea, no podemos pasar multas, por ejemplo, finalmente las solicitudes de transferencia de documentación que emitimos quedan, en la mayoría de los casos, en letra muerta.

Hay una indiferencia, tanto en no dar importancia como en querer olvidar algunas cosas. Entonces yo creo que hay una mezcla de ignorancia y también de mala intención, es decir, intención escondida de no revelar cierta información que, por ejemplo, se considera interna de un servicio y que, a juicio de muchos, no tiene por qué trascender a la ciudadanía. Entonces, a partir de estas situaciones, es que necesitamos un Estado que esté, de una manera muy proactiva, a favor de que se conserven los documentos.

 

En el sitio web del Archivo Nacional se menciona que están empezando un proyecto de digitalización, dentro de un proyecto de modernización del Estado.

Eso es para transferencia de documentos nativos electrónicos, porque actualmente las instituciones que transfieren muchas veces imprimen los documentos nativos digitales y luego los transfieren, pero nosotros lo que queremos es poder recibir los documentos en su soporte digital, que no es nada de fácil. Son muchos y son muchas las instituciones involucradas. Hay algunos procesos dentro del Estado que ya se hacen en forma absolutamente electrónica y en línea, por ejemplo, la Contraloría y SIAPER. A nivel público, cuando se contrata a alguien, se emite una resolución que debe ser tomada de razón en Contraloría. El servicio hace esto en línea, imprime la resolución y esto se entrega al Archivo Nacional. Ahora lo que queremos es que ese proceso continúe su periplo digital, incluso la entrega, y nosotros poder tenerla en línea para quien la quiera ver apenas se entregue.

Hay muchos procesos que son muy interesantes. Por ejemplo, los procesos de evaluación de impacto ambiental que se hacen de modo totalmente electrónico. Este tipo de documentos debería ser algo a lo que uno debería tener acceso de inmediato. Es fundamental para la historia, entre otras implicancias. El problema es que los documentos digitales son todavía más frágiles que los documentos en papel.

 

Claro. Además, sucede que estos archivos tienen que estar accesibles y deben ser sometidos a una permanente actualización. Eso me imagino es un desafío para ustedes como Archivo Nacional.

Claro, el que el formato Word o PDF, lo que sea, que tenemos nosotros hoy, lo podamos leer en 10 o en 20 años más, es un desafío tecnológico grande. El proyecto que acabamos de adjudicarnos es para realizar eso y quizá conseguir con ello que aumente la transferencia de documentación al Archivo Nacional.

 

 Y, en el marco de los archivos digitales, ¿qué importancia siguen teniendo los originales?

En el ambiente digital es muy interesante la discusión sobre cuál es el original, porque en el fondo los archivos existen en gran medida para poder dejar constancia de ciertos derechos adquiridos u obligaciones adquiridas por el Estado en cierto momento. Nosotros somos quienes resguardamos la palabra empeñada, ya sea por privados o por el propio Estado. El tema de quién conserva ese original es una disputa porque, por ejemplo, actualmente, nosotros tenemos claro que la Contraloría General de la República se ha transformado en una especie de archivo porque ellos finalmente tienen la última palabra, resguardan el original de esos documentos SIAPER, pero ello no es a largo plazo. Ellos tienen dicha labor solo mientras el sistema funcione. Hoy en día quien controla la información tiene un poder inmenso. Entonces yo creo que esa es en gran parte también la disputa por el archivo, ya que es una disputa de poder.

 

¿Cree usted que existe una distinción o cambio entre la noción de archivo análogo y la de archivo digital? ¿Cómo lo ve usted?

Para los archiveros es simplemente un tema de soporte. Nosotros tenemos una cantidad inmensa de documentación que es en soporte papel, y la diferencia entre una y otra es que el papel necesita mucho más espacio para ser conservado y algunas condiciones ambientales especiales que nosotros vamos procurando darles y sobre las cuales tenemos mucha experiencia porque el papel es una tecnología antigua en el mundo. Tienen sus complejidades, pero conocemos la tecnología.

El punto de la nueva tecnología digital es que nosotros la desconocemos y no tenemos los medios para poder tenerla y cuidarla y dejarla al servicio para el futuro. Esa para nosotros es la fundamental diferencia. Existen otras, por ejemplo, que la documentación digital o digitalizada es más fácil de utilizar, más fácil de llegar a ella, porque en estos kilómetros de documentación que tenemos nosotros muchas veces es complicado acceder a un archivo en particular. Las bases de datos, que finalmente vienen adscritas a los metadatos que vienen adscritos a los documentos electrónicos, simplifican muchísimo el acceso.

 

Y respecto a los documentos que existen de modo análogo, ¿está la idea de, en algún momento, también digitalizarlos?

Claro, llevamos muchos años en ese proceso, fundamentalmente respecto de la documentación de Conservadores de Bienes Raíces, porque son los fondos que más se utilizan en el Archivo y por eso se ha invertido más en ellos. Son casi tres millones y medio de imágenes que salen en segundos si uno las busca, porque están además descritas de tal manera que sea muy fácil el acceso a la documentación que la gente generalmente pide.

 

Siguiendo en esta misma línea, ¿qué implicancias cree usted que va a tener esta digitalización en el resguardo de la historia política de Chile? Pensando también en que en el futuro se van a incluir nuevos temas o, quizá, nociones históricas distintas. Habrá, por ejemplo, distintas voces incorporándose a la historia de Chile. ¿Cómo ve usted este fenómeno?

Yo, en general, soy una persona bien optimista. Yo pienso que en algún momento alguien va a darse cuenta de lo importantes que son los archivos. Quiero decir alguien a nivel político alto. Y en ese momento realmente vamos a poder democratizar el acceso a la información. Mi ideal sería que cualquier chileno pusiera una palabra y pudiera acceder hasta a los más recónditos secretos de los Ministerios, de los ministros, de todo, gracias a soportes eficaces, eficientes y transparentes de gestión de la información. Tal vez mi gran desafío es la transparencia, que yo sé que no es algo fácil para mucha gente, porque en esto siempre van primando como los usos, las costumbres, las tradiciones y aquí en Chile siempre el poder ha sido tramitado, ha sido utilizado como algo que viene como por nacimiento, por derecho propio, por lo tanto, tiene sus propias formas de hacer, un profundo secretismo.

A mí me gustaría romper con esa tradición, empezar a hacer las cosas de otra manera, muy de cara a la gente. Aunque parezca discurso político no lo es, simplemente lo digo porque creo que la verdad y la transparencia es algo fundamental en la vida de un país democrático. Para mí, si queremos construir democracia, es crucial construirla a partir de archivos. Y que puedas acceder a la más variada información, porque es la forma de ejercer el poder que tiene en realidad la gente. Y esa es la mayor revolución que podemos hacer.

Tendría que haber un organismo, que yo creo que tiene que ser el Archivo Nacional, donde esté la versión oficial de las cosas de tal manera que la gente se pueda informar. Que tú sepas claramente que tal documento es lo que es y lo que dice ser, ya sean resoluciones, informes, cartas, entre otros. A partir de eso van surgiendo naturalmente todos estos otros protagonistas. Si tú realmente tienes acceso a eso, y no solamente a lo que dicen los grandes empresarios o los grandes actores de la política chilena, en ese minuto tú realmente puedes construir democracia.

En el Archivo Nacional hemos desarrollado algunos otros temas que se refieren a lo que nosotros llamamos identidades marginadas o silenciadas. Por ejemplo, el tema de Derechos Humanos. Estamos trabajando en cómo poder obtener información acerca de las grandes violaciones a los Derechos Humanos en los años de la dictadura en los propios documentos que nosotros tenemos, o el ir hacia las comunidades y buscar la forma en que esas comunidades puedan también ellos mismos alimentar al Archivo. Por ejemplo, ahora estamos desarrollando un proyecto específico con afrodescendientes, yendo a las comunidades de Arica y Parinacota a buscar la documentación que ellos tienen guardada y a la vez poner o transparentar la documentación que nosotros tenemos por ahí, perdida en algún depósito.

Respecto de mujeres hicimos exactamente lo mismo, y vamos a seguir con niños, con chinos y, en fin, diferentes identidades, grupos étnicos, grupos sociales, que existen en nuestra sociedad, que tienen de alguna manera un reflejo en el Archivo pero que en esta lógica de la alta política siempre han quedado postergados y si nosotros no buscamos resaltar su documentación, ellos en realidad no van a tener nunca ninguna forma de llegar a ella, o siempre lo van a hacer apadrinados por un historiador. Nosotros lo que queríamos era que ellos mismos construyeran su archivo.

Entonces, efectivamente, estamos tratando como de sacar a flote todas estas cosas con recursos que tenemos, que no son muchos, pero aun así hemos podido hacer varias cosas bonitas. Lo de mujeres que hemos hecho acá es muy interesante, porque realmente creo que es un aporte que ha hecho el Archivo Nacional, de no estar solo pasivamente esperando que le lleguen los documentos al cumplirse la ley, sino ir a buscar los documentos.

 

Y en su experiencia en archivos y también como historiadora, ¿qué le pasó a usted con la irrupción de Internet? ¿Usted cree que internet es un archivo?

No, Internet no es un archivo, es un sistema donde se integran unas cantidades inmensas de información. Hay varios artículos y peleas de archiveros, por ejemplo, refiriéndose a plataformas como Facebook, si son archivos o no. Los archiveros tienen unas definiciones bien claras para archivo, que son bien clásicas. Se define archivo como la producción documental de una institución o de una persona en el transcurso de su vida o de sus labores profesionales, o también, por ejemplo, la colección que hace una persona de documentos, la colección de esa persona, o familia a veces. Pero en el fondo nosotros nos definimos por series de documentos. Puede que dentro de Internet haya archivos, por ejemplo, sin duda que los informes del Servicio de Impacto Ambiental en sí son un archivo que está sostenido por Internet. Internet es más que nada una herramienta que permite que puedan existir o coexistir archivos, pero en sí mismo el archivo se define como algo que está pensado, que está concebido por alguien o por una institución que produce ciertos documentos dentro de una lógica de hacer algo. Y eso no lo cumple Internet.

 

Dentro de estas mismas distinciones, pensando en lo digital, ¿usted cómo entiende la memoria individual y colectiva? ¿hace esa distinción también?

Yo lo que pienso es que un archivo siempre es una construcción, que es un esfuerzo por crear identidad, creado inteligentemente por alguien a sabiendas de que está creando identidad. Puede que no lo termine, puede que lo deje para sus herederos y que después los herederos lo tomen, lo desarrollen o no, pero básicamente alguien se puso a pensar que quería dejar esto en legado para que lo recordaran, quizás. Entonces, si uno lo piensa de esa perspectiva, en realidad siempre los archivos son colectivos. Porque uno siempre los hace, los va juntando, pensando que otro los pueda usar, para fines generalmente administrativos, pero también para memoria. Entonces, uno puede ir encontrando ciertos puntos comunes en los archivos que nosotros tenemos. Por ejemplo, acá tenemos documentos que pertenecieron a grandes políticos. En ellos se consideran algunos puntos importantes a partir de la visión del hombre chileno con poder político e influencia, tenemos sus cartas políticas, de amor, sus filiaciones políticas, entre otros. Todo ello contribuye a la memoria y, en ese sentido, yo diría que no hay aquí ningún archivo individual, son siempre colectivos.

 

Y su concepto de memoria individual y colectiva, ¿tiene esa misma acepción?

Esa misma acepción. En el fondo yo veo mucho al archivero como ese personaje que tiene la posibilidad o la capacidad, si es que lo usa bien, de poder manejar esa memoria, la posibilidad de generar memoria. Nosotros no somos seres neutrales en esto, al contrario, lo que finalmente ponemos ante el público, ante la ciudadanía, es lo que finalmente se recuerda. No todos los archiveros son conscientes de ese rol, pero algunos sí, que es lo entretenido y lo importante.

 

Uno de los aspectos que nosotros estamos investigando tiene que ver con esta noción que hablamos de memoria, pero también cómo esa memoria cambia con lo digital, considerando que actualmente hay voces presentes precisamente a partir de los medios digitales. Lo que antes se consideraba una memoria o una historia se ve ampliada por una diversidad de voces. ¿Usted cree que existe una noción de memoria extendida, o quizás memoria múltiple?

La verdad es que Internet también es una memoria bien de pacotilla en una gran parte de su contenido. Uno entra a cualquier espacio, cualquier sitio, y dentro, por ejemplo, salvo que tengan comités editoriales muy selectos, hay unas páginas donde ves una cantidad de errores sistemáticos, uno detrás de otro. Estos son, desde luego, sitios que se ve que no son realmente serios, porque en el fondo la gracia que tiene la herramienta es que es súper democrática. Yo no sé, porque es demasiado grande, demasiado espacioso como para uno poder trabajar con ella.

Para mí, Internet es una herramienta de información. Tal vez por deformación de la profesión nosotros a eso le llamamos referencia, o sea, cuando uno quiere entrar a un tema, saber quién es un personaje, o investigar lo que es una ONG o algún proyecto, uno lo busca en Internet y sabe inmediatamente; y además de eso, es un sistema para informarse. En realidad, es una herramienta útil para la democracia, para que cada uno pueda decir lo que quiera, pero eso yo no lo veo igual a poder decir que eso sea un instrumento de identidad o de memoria. No creo que el Internet sea un archivo, de verdad, ni un museo ni nada por el estilo. Solo un soporte para informarse y transmitir, que además facilita mucho la vida.

 

¿Cómo se vincula la labor que realizan ustedes en el Archivo Nacional con el derecho de autor? A partir de la conectividad propia de los medios digitales, ¿se genera también un cambio en la noción de derecho de autor? Antes era una noción muy absoluta y ahora, por ejemplo, estamos frente a prácticas colectivas o sujetas a actualizaciones constantes…

Nosotros, dado que en general trabajamos con documentos públicos, no tenemos ese problema. Pero claro, es un gran problema a nivel colectivo el tema de cómo proteger ciertos derechos de autor cuando en realidad todo esto está ahí y uno puede, por último, transcribirlo, si no puede copiar directamente tal o cual documento. Hay una ética que seguir, en ese sentido, y también hay una legislación atingente. Nosotros acá en la DIBAM tenemos el Departamento de Derechos Intelectuales, que es donde uno inscribe las obras y quedan en el registro nacional.

Para mí Internet sigue siendo el lugar donde encuentro todo lo que quiero y eso es una tremenda herramienta. Pero nunca me ha conflictuado el tema del derecho de autor porque yo no le estoy copiando nada a nadie, y cuando nosotros recibimos cosas, por ejemplo, en la transferencia digital, somos conscientes de que estamos adquiriendo un documento que es propiedad del Estado, ya sea porque lo generó o lo compró. Nosotros, simplemente, lo ponemos al servicio de la gente para que pueda tener acceso, porque en realidad nos pertenece a todos. Ese es nuestro principio. Pero si alguien copia algo, y sin citar particularmente, ya excede a nuestra función. Generalmente, cuando hay alguien que viene a hacer trabajos acá, de investigación o cosas así, nosotros les pedimos, y la ética de la investigación lo hace así, que se cite la fuente con exactitud y dónde está. En general, los investigadores serios hacen eso, pero nosotros no podemos controlar el mundo, menos con Internet.

Sin embargo, está la posibilidad de que un artista venga al Archivo Nacional, trabaje con los documentos y, a partir de ellos, genere algo distinto. Y en general eso se acepta, porque en ese caso no interesa el documento en cuanto memoria o recuerdo. Esto es totalmente legítimo porque hay otro autor.

 

Por último, ustedes como Archivo Nacional están cumpliendo 90 años. ¿Cuál cree usted que será el rol del Archivo en 90 años más? ¿Cómo se lo imaginan ustedes en 90 años?

Yo espero que sea un organismo lleno de ideas, de creatividad, al servicio de la ciudadanía, que Chile sea un país más empoderado, que los chilenos seamos personas que exijamos más la información y el acceso a ella. Espero que el Archivo Nacional pueda ser este organismo que interactúa entre los servicios públicos y la ciudadanía.

Lo que pasa con el archivo es que todo el mundo piensa que uno archiva el pasado cuando en realidad lo que archiva es el futuro, porque los documentos se hacen siempre para el futuro, no para el presente porque por el presente nos quedaríamos con lo que conversamos, con la oralidad. La cultura escrita siempre es del futuro.