«El olvido profundo de los seres humanos», collage por Maricruz Alarcón (2018).

El olvido profundo de los seres humanos

“Mira, a mí no me espanta la corrupción. No es eso lo que me espanta. Me espanta más otro tipo de deshonestidad, que es mucho más profunda y mucho menos castigable, por así decirlo, que es el olvido profundo del resto de los seres humanos”.


El día que ganó Allende el 70, y el día del plebiscito,
han sido mis dos más grandes alegrías profundas
que he tenido en lo que se podría llamar la historia política de Chile.
La tercera fue cuando ganó Lagos, pero fue por razones distintas,
fue porque estuvo a punto de ganar Lavín, y a mí me parecía que era una pesadilla
que a menos de 8 años, 10 años del plebiscito,
volviera a instalarse el fascismo con todo.
Por eso me sentí muy feliz de que Lagos hubiera ganado.
Estaba desesperado, realmente estuvo a punto de perder,
estuvo a punto de perder,
de hecho ganó por muy pocos votos.
Entonces nunca voy a renegar de cómo apoyé
a Ricardo Lagos en esos años.
Y como mis dos grandes derrotas
han sido cuando en el 64 pierde Allende con Frei,
yo tenía 14 años, que para mí fue una tragedia,
y el día del Golpe.
Aquí empiezan
los ataques
de mis queridos colegas.
Me reprochaban haberme institucionalizado
porque acepté el cargo de agregado cultural cuando vino la democracia,
o la entre comillas democracia, con Aylwin.
Yo la verdad me sentía muy orgulloso
de que hubiera terminado Pinochet y que hubiera terminado a través de un plebiscito.
Entonces acepté absolutamente
con alegría,
me sentía bien haciéndolo,
me sentía que estaba representando a un país
del cual en ese momento me sentía muy orgulloso de cómo había salido de Pinochet,
orgullo que después no pude sostener
pero en ese momento me sentía profundamente orgulloso.
Entonces me reprochaban absolutamente
que me haya vendido al sistema, cómo se llama.
Veníamos saliendo de una dictadura, o sea, qué sistema.
Pero varios fueron, no fui yo el único que fue agregado cultural
fue la Diamela, fue Marco Antonio de la Parra,
fueron muchos que venían del mundo intelectual,
que fueron agregados culturales en ciertas partes,
y al único que lo reprochaban era a mí,
entonces "lo menos que podemos perdonar es que sea un representante de Chile ante el Vaticano",
no era ante el Vaticano, era ante Italia, me entiendes.
Italia yo la admiré mucho y la quise mucho y la sigo queriendo
un país con un sentido del humor increíble,
una capacidad de reírse de sí mismo impresionante.
Era como volver a visitar un mundo que yo conocía de oídas,
todo a través de mi abuela,
era como volver a ver a mi abuela paseándose por los lugares que ella conocía
Porque yo había estado en muchos países, pero no había estado nunca en Italia.
Entonces fue fuerte, fue emotivo,
y, pero fue una experiencia como te digo también contradictoria,
porque no me sentía a gusto representando un país
con el cual cada vez tenía más cosas en desacuerdo.
No tuve ninguna gran definición dramática, afortunadamente,
que tomar alguna decisión dramática, o sea te fijas, renunciar, no
pero no me gustó la experiencia de ser
un funcionario del Estado de ese tipo.
Lo veo como un período contradictorio,
en el que no me siento muy grato,
trataba de convencerme de que lo que se estaba haciendo en Chile estaba bien
pero habían cosas que me espantaban demasiado,
por ejemplo esa frase de "somos una buena casa en un mal barrio"
es de una arrogancia y de una estupidez,
cuando Chile se creía jaguar y menospreciaba a todo el mundo,
y todos creían que todos eran idiotas.
Me acuerdo siempre de un tipo, de un funcionario,
bastante alto, un empresario, en realidad,
y me explicaba cómo Estados Unidos estaba jodido por la deuda interna,
cómo todo Europa estaba liquidado,
cómo el derrumbe de los socialismos en Europa no tenía ningún futuro,
China jamás iba a poder salir del estado profundo de subdesarrollo,
¿y qué era lo único que iba quedando? Chile y Japón po, me decía
Chile y Japón, Chile y Japón
con Chile y Japón hasta el final, Chile y Japón.
Eso era lo que se hablaba en esos años.
Eso me daba risa,
y al mismo tiempo me provocaba una indignación,
esa soberbia de esos tipos, esa soberbia,
de una clase empresarial que nunca ha hecho nada,
que no inventó ni el automóvil ni el computador,
no ha tenido ninguna participación en la historia del siglo XX,
en la historia de lo que se ha creado en el siglo XX,
pero creen que le pueden dar lecciones a medio mundo.
Me acuerdo cuando llegaban los guerrilleros del MIR
a darle lecciones a los guerrilleros del Salvador que llevaban 40 años peleando.
Entonces es una arrogancia que yo decía "es seguramente la insularidad"
pero que es absolutamente demencial.
La política tiene una cosa fundamental, o sea,
debería ser siempre vista desde una perspectiva mucho más general del amor
de las relaciones amorosas que uno puede establecer con otros seres humanos
que pueden establecer los humanos entre sí.
Está tan absolutamente pervertida,
está tan absolutamente alejada de esa idea de comunidad,
que realmente
es casi pavoroso.
Mira,
a mí no me espanta la corrupción.
No es eso lo que me espanta.
Me espanta más otro tipo de deshonestidad,
otro tipo de deshonestidad
que es mucho más profunda y mucho menos castigable,
por así decirlo,
que es el olvido profundo del resto de los seres humanos.
O sea, cómo una casta política,
que se dicen que son representativos de un pueblo, por lo tanto que realmente tienen poder,
tienen poder de representar a otros seres humanos que delegan en ellos su libertad,
su poder de decisión,
se olvidan tan absolutamente de ese papel.
Pasan a creerse elegidos por Dios,
elegidos por el destino, elegidos por su maravilla,
por lo bellos que son o por lo inteligentes que son,
pero son elegidos por seres,
por seres humanos, tan simple como eso.
Entonces ese es un espectáculo absolutamente pavoroso.